martes, 19 de octubre de 2010

Octubre mes misionero: ora, ofrece tu sacrificio y limosna


Seguimos animándonos durante este mes y la verdad ¡es tanto lo que hay que compartir!

En primer lugar, como el título lo dice, este mes misionero nos invita a hacer actos concretos para participar como Iglesia Universal de una vocación que tiene la Iglesia toda: la misión.

¿Entonces cómo se vive un octubre misionero?

Primera semana: Oración intensa
Segunda semana: Ofrecimiento del sacrificio y dolor por las misiones
Tercera semana (termina con el DOMUND): Caridad a través de limosnas
Cuarta semana: Acción de gracias y oración por vocaciones misioneras

Este programa, sin embargo, no debe quedar como actitudes para un mes al año, sino, para hacernos profundizar algo que ya debería estar incorporado en nuestra espiritualidad.


Para reflexionar:

¿Me identifico como misionero del Evangelio?
¿Me interesa la misión de la Iglesia?
¿Practico alguna acción misionera concreta como parte de mi espiritualidad?

Podemos hacer mucho:

¡ORANDO!


ROSARIO MISIONERO

El Rosario Misionero es una forma de oración que toma como base el Rosario tradicional, en la cual, por intercesión de María, se pide al Padre por las intenciones y necesidades de todo el mundo. Es una oración mariana universal y misionera, que consiste en rezar los cinco misterios de cada día teniendo presentes los cinco continentes del mundo, pensando en la situación concreta de cada continente desde el punto de vista de la evangelización y de la presencia cristiana, y orando por los misioneros y misioneras, por todos los agentes de la evangelización, y por todos los que aún no conocen la Buena Nueva de la salvación, para que se abran a la luz del Evangelio.

(visitar este lindo sitio: http://www.infancia-misionera.com/rosario3.htm)

Fue pensado y organizado por el Arzobispo Fulton Sheen, que era el Director de la Sociedad Americana para la Propagación de la Fe (en E.U.A), y creó la Misión de Rosario por la paz mundial en 1950, para sugerir y brindar una forma práctica de orar por las misiones y los misioneros.

Es una oración universal porque es a favor de todos los hombres del mundo, también para los que no creen en Cristo y en Dios, "puesto que la maternal intercesión de la Virgen es para todo el género humano motivo de esperanza" .

El Concilio Vaticano 11 nos recomienda su rezo al decir: "los fieles ofrezcan a Dios oraciones que fecunde con su gracia la obra de los misioneros" (AG 36); "De esta manera toda la comunidad ruega, coopera y actúa entre las gentes" (AG 37).

Guía para rezar el Rosario Misionero


Los colores misioneros:
VERDE - Por los bosques y las praderas de África
ROJO - Llamando a la mente el fuego de la fe que llevó a los misioneros a las Americas
BLANCO - Simbolizan Europa, la sede del Santo Padre, pastor del mundo
AMARILLO - La luz de la mañana de este, por ASIA
AZUL - Para el océano que rodea a las ISLAS DEL PACÍFICO

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
María Reina de las misiones...Ruega por nosotros

Monitor: Estamos reunidos en el nombre de Jesús para que nos manifieste su voluntad y tratar de entender qué es lo que más desea. Quizá hemos pensado muy poco en las siguientes palabras de Jesús: "Tengo otras ovejas que no son de este redil, también a ellas tengo que buscadas y traedas dentro, para que sea un solo rebaño y un solo Pastor". "Alzad vuestros ojos y mirad los campos dorados de la mies... la mies es mucha más, los obreros son pocos... Pedid por tanto al Dueño de la mies que envíe obreros..." Un día el diablo llevó a Jesús sobre un alto monte y mostrándole todos los reinos de la Tierra, le dijo: "Todo esto te daré si, postrado, me adoras". Pero ¿era cierto que todos aquellos reinos eran de Satanás? En nuestro tiempo ¿podemos decir que todos los reinos, después de dos mil años de redención, están bajo el dominio de Jesús? Antes de pasar revista a los continentes y ver si verdaderamente son reinos de Cristo, oremos juntos para que Jesús purifique nuestro corazón y nos haga capaces de comprender la verdad y de comprometemos con ella. 

Acto de Contrición 

Primer Misterio 

a) La Anunciación (humildad) Le. 1, 28. 
b) La Oración en el Huerto (contrición) Le 22, 44-45. 
c) La Resurrección (fe) Me 16, 6.


ÁFRICA - VERDE 

Monitor: El color verde simboliza las inmensas selvas africanas y es el color sagrado de los musulmanes

África con sus 330 millones de habitantes es un continente casi deshabitado, dada su enorme extensión. De diez años, cuatro mueren antes de alcanzar los veinte años. En África hay un enfermo cada 172 kilómetros. De diez personas, ocho no saben leer ni escribir. En algunos países cristianos de Europa hay un sacerdote para ochocientos fieles y en África hay uno para 20 mil personas. Hace poco más de cien años la gran mayoría de los habitantes no conocían a Cristo, pero a finales del siglo, por el trabajo apostólico de los misioneros, el Evangelio ha sido generosamente predicado y muchos se han convertido a la religión católica. En pocos años los católicos han llegado a 78 millones. "África, dijo el Papa Juan Pablo II, constituye una verdadera reserva de numerosos y auténticos valores humanos. Está llamada a compartir estos valores con otros pueblos y naciones, y a enriquecer así a toda la familia humana".

Los mártires de Uganda y los ciento setenta misioneros asesinados en el Congo (hoy Zaire) sembraron la semilla de la esperanza. 

Padre Nuestro... Ave María... Gloria... 
María, Reina de las misiones... ruega por nosotros 

Oración: Con el corazón lleno de afecto por África, tan necesitada de auxilio divino, elevemos nuestras plegarias para que colme esta tierra de gracias y bendiciones. Por Jesucristo nuestro Señor... 

Canto: 


Segundo Misterio 

a) La visitación (Caridad) Le 1, 41-45. 
b) Los azotes en la columna (Pureza) In 19, 1. 
c) La ascensión (Esperanza) Me 16, 19.


ASIA AMARILLO 

Monitor: El color amarillo significa la tierra del sol naciente, y el continente de las antiguas civilizaciones.
 
Asia es el continente más grande y más poblado del mundo, donde Cristo es menos conocido. Asia cuenta con 3 mil millones de habitantes, de los cuales más de mil millones pertenecen a China, 750 millones a la India, 180 millones a Indonesia y 130 millones a Japón. Representan el 58% de la población mundial, o sea, más de la mitad de la población que existe y crece 50 millones cada año. Además son países que sufren el hambre: sólo en la India mueren 10 millones de personas al año en la más espantosa miseria.
 
Los católicos son solamente 76 millones, es decir, poco más del 2%. En algunos países, como en Carea del Sur y en la India (Kerala) están en constante crecimiento. Solo Filipinas es predominantemente cristiana. Algunos de sus países han cerrado las fronteras a toda influencia católica, lo que quiere decir que a casi 900 millones de asiáticos se les impide recibir el mensaje evangélico. En Asia hay una escasez enorme de sacerdotes: un sacerdote por cada 105 mil no cristianos y 7 mil católicos. Italia sola tiene tres veces más sacerdotes de los que hay en toda Asia.
 
En el pasado grandes misioneros estuvieron evangelizando Asia, empezando por los franciscanos (Domingo de Aragón, Juan de Pian Dei Carpini, beato Odorico de pordenone, Juan de Monte Corvino, Guillermo de Rubrouck) y los jesuitas (San Francisco Xavier, Mateo Ricej, Roberto de Novili).
 
Para los cristianos de América Latina, Asia es un reto. ¿Estamos listos a compartir con ellos nuestra fe? ¿sabremos enviarles misioneros para dialogar con ellos y anunciarles la fe? 

Padre Nuestro.... Ave María... Gloria...   
María, Reina de las misiones... ruega por nosotros.   

Oración: Oh, Virgen de la ternura, llama a estos numerosos hijos tuyos a la doctrina de Jesús, y que la sangre de sus numerosos mártires sea semilla de nuevos cristianos. Amén.   

Canto:   

Tercer Misterio 
a) El nacimiento del Señor (Pobreza) Le. 2, 7.   
b) La coronación de espinas (Valor) Mt. 27, 28-29.   
c) La venida del Espíritu Santo (Amor) Hch. 2,4.
 

AMÉRICA - ROJO

Monitor: El color rojo por su gran cantidad de mártires que han derramado su sangre, a la vez que recuerda a los primeros habitantes los pieles rojas.
 
El continente americano con sus 437 millones de católicos, tiene, en proporción, el mayor número de creyentes en todo el mundo. Sin embargo, miles de católicos aparecen sólo en las estadísticas porque han apartado su vida de todo compromiso cristiano. 
 
Cuando decimos AMÉRICA o miramos el mapa de este continente, más de alguno pensará sólo en Canadá y en los Estados Unidos, en la América del progreso y del bienestar, de la suntuosidad, del lujo y de los viajes a la luna. Pero también en esta tierra la Iglesia ha librado grandes batallas por la evangelización. Fueron misioneros ingleses, franceses y españoles los primeros que introdujeron el cristianismo en las Antillas y en el sur de los Estados Unidos.
 
El más famoso misionero fue Junípero Serra, fundador de Los Ángeles, de San Francisco y de muchas misiones en la costa del Pacífico. En la historia de esta plantación del Evangelio, encontramos algunos mártires, especialmente jesuitas, y fue sin duda su sacrificio el que fecundó el trabajo de la Iglesia en América del Norte. Oremos para que América del Norte y la Iglesia de estos países tomen conciencia de su importancia al haber sido favorecidas con tantas oportunidades de progreso y cultura, y para que el sacrificio de Martin Luther King y tantos otros apóstoles de la no- violencia y de la fraternidad humana, no sean en vano. Dediquemos también nuestro tiempo e interés a América Latina, el espacio del continente donde las distancias son enormes: son países con gran mayoría de jóvenes, el 45% de la población no supera los 22 años de edad. La Iglesia también aquí tiene una gran misión y no hay sacerdotes suficientes; hay miseria y pobreza que cobran víctimas en todas partes; la gente tiene hambre de pan, pero está abierta al Evangelio, ama a los sacerdotes y a la Iglesia. "Nuestra Iglesia de América Latina -dice el documento de Puebla- con nueva lucidez y decisión quiere evangelizar en lo hondo, en la raíz, en la cultura del pueblo y por eso vuelve a la Virgen María para que el Evangelio se haga más carne; más corazón de América Latina. Esta es la hora de María, tiempo de un nuevo Pentecostés que Ella preside con su oración, cuando, bajo el influjo del Espíritu Santo, inicia la Iglesia un nuevo tramo en su peregrinar".   

Padre Nuestro... Ave María... Gloria... 
María, Reina de las misiones... ruega por nosotros 

Oración: Oh, Madre, nuestra de Guadalupe, intercede por tus hijos de América Latina, para que, por medio de tu Hijo, puedan encontrar la verdadera liberación. Amén.   

CANTO:   

Cuarto Misterio 
a) La presentación (Obediencia) Lc. 2) 22-23.   
b) La cruz a cuestas (Paciencia) In. 19, 17. 
c) La Asunción (Felicidad eterna) Ap. 12, 1.

 

EUROPA - BLANCO   

Monitor: El blanco recuerda al Santo Padre que con sede en Roma guía a los cristianos de todo el mundo. 

Europa es el viejo continente donde el cristianismo se desarrolló durante los primeros siglos y donde salieron casi todos los misioneros para evangelizar al mundo; es el lugar donde reside el Vicario de Cristo, el Papa, signo de unidad y caridad entre las iglesias. Es quizá por ello que cuando comparamos Europa con los demás continentes, como que encontramos un respiro de alivio y nos dan ganas de decir: ¡Europa sí vale la pena! Nos parece que es el continente donde el cristianismo no tiene ya nada que hacer, porque aquí ya todos conocen a Jesús, todos son buenos y, por lo tanto, todos caminan hacia el cielo.
 
Sería un gran error si pensáramos así; sería ignorar la realidad. Sin duda que Europa tiene tantas cosas buenas, pero no está exenta de errores y de una gran responsabilidad. Pensemos sólo en la lucha entre protestantes y católicos en Irlanda del Norte... Hay muchos países donde la Iglesia no es libre de obrar como quisiera para predicar el mensaje de Jesús.   

Padre Nuestro... Ave María... Gloria...  María, Reina de las misiones... ruega por nosotros. 

Oración: Oh, Virgen Santísima, concede a estos hermanos nuestros de Europa la voluntad de reavivar su fe en Jesucristo para que vuelvan a ser misioneros como en los siglos pasados. Renueva su vida familiar, dales dirigentes audaces y sabios y pon en sus corazones la humildad necesaria para ir más allá de sus fronteras. Amén.   

CANTO:   

Quinto Misterio 
a) El niño hallado en el Templo (Piedad) Lc. 2, 46. 
b) La crucifixión (Negación de sí mismo) Lc. 23, 48. 
c) La coronación de Santa María Virgen (Devoción a María) Jn. 15, 10-11.

 

OCEANÍA - AZUL 

Monitor: El color azul nos recuerda las inmensas islas esparcidas en las azules aguas del Océano Pacífico. 

El continente de Oceanía es el más pequeño y el menos poblado. La mayoría de la población es protestante, pero también los católicos empiezan a hacerse notar y ejercer cierta influencia en la vida pública. Existen más de treinta diócesis con Obispos del lugar y con cuatro Cardenales.
Nuestro pensamiento corre hacia San Pedro Chanel, cuya sangre fecundó la isla de Futuna y la convirtió completamente al catolicismo. En otra isla, Molokai, predicó el Evangelio entre los leprosos el famoso Padre Damián de Veuster, que pasó a la historia como el apóstol de los leprosos; por el apostolado del Padre Damián se convirtió en la antesala del paraíso.
"El año de 1800 los padres Dixon y O'Neil, cómplices de la rebelión irlandesa, fueron deportados por la fuerza a Sydney, la capital de Australia. Tienen la absoluta prohibición de ejercer su ministerio sacerdotal. En 1803, el padre Dixon fue liberado bajo fianza y comienza luego su ministerio y celebra la primera misa en Australia el 15 de mayo. En 1808 regresó a Irlanda y los católicos fueron obligados a unirse a los protestantes anglicanos, bajo pena de flagelación si no obedecían. En 1807 había llegado el padre O'Flym sin autorización del gobierno, pero, después de unos meses de ministerio clandestino, fue arrestado y deportado.
'En ese mismo año Australia pasó bajo la jurisdicción eclesiástica del Obispo de las Islas Mauricio y Monseñor Slater hizo un llamado a misioneros voluntarios para que fueran a evangelizar a Australia.
'En 1831 se puso la primera piedra de la Catedral de Santa María en Sydney. Parece que la Iglesia tiene un momento de respiro y de libertad y en este período de evangelización, es cuando tuvo lugar el martirio del protomártir de Oceanía, el beato Chanel, quien terminó su vida de penas y sacrificios bajo una lluvia de bastonazo s que duró varias horas.
'En 1944 sucedió un hecho triste: los misioneros fueron diezmados por la guerra. El vicario apostólico Monseñor Lorkse fue fusilado, 54 misioneros fueron ametrallados y al terminar la guerra había que comenzar de la nada. 'Ahora, Oceanía tiene una población de 17 millones, de los cuales tres y medio son católicos; ni siquiera el 20% de la población total. Un continente donde la Iglesia católica tiene aún mucho quehacer". 

Padre Nuestro... Ave María... Gloria... 
María, Reina de las misiones... ruega por nosotros 

Oración: Oh Virgen de los Mares, como Madre buena, conduce a todos tus hijos al encuentro con tu Divino Hijo para que tengan salvación. No permitas que tus misioneros pierdan el ánimo ni la certeza de que un día también en Oceanía brotarán comunidades vivas y apostólicas. Amén. 

CANTO: 

ORACIÓN: Oh, Señor, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, manda muchos y fervorosos misioneros a todo el mundo para que todos los hombres te conozcan y te honren a Ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén. 

Dios te salve, María Santísima, Hija de Dios Padre, antes del parto, en tus manos encomendamos nuestra fe para que la ilumines, llena eres de gracia. 
Dios te salve, María Santísima, Madre de Dios Hijo, en el parto, en tus manos encomendamos nuestra esperanza para que la alientes, llena eres de gracia.   
Dios te salve, María Santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo, después del parto, en tus manos encomendamos nuestra caridad para que la inflames, llena eres de gracia.  
Dios te salve, María Santísima, Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen concebida sin culpa original. 
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia... 
 

¡OFRECIENDO SACRIFICIOS!
Hay que tener los ojos abiertos para reconocer el actuar de Dios en la Historia y en mi vida.  Hay que tener los ojos abiertos para ver, compadecer, ayudar, promover al que sufre y padece.  Hay que tener ojos abiertos para ver las necesidades de los demás, para ser misioneros.  hay que tener los ojos abiertos para ver el mundo que nos rodea para poder ser un gran misionero.
Pero, ¿Por qué vivimos? ¿Por qué morimos? ¿Para qué sufrimos? 
El hombre moderno ha dicho "no quiero sufrir", y efectivamente ha intentado por distintas vías evitar a toda costa el dolor, al punto que un autor cristiano ha dicho que  pareciera casi una inmoralidad hablar de esto, del sufrimiento, en muchos ambientes, inclusive ciertas manifestaciones religiosas basan su éxito en ello "pare de sufrir".
Desde el punto de vista real, ¿podemos parar de sufrir? ¿Pueden el hombre y la mujer desligar de esto que pareciera ser un componente fijo de la vida humana?  La respuesta es que no, ya vemos que a pesar de los múltiples intentos el ser humano continúa sufriendo, y a sea moral, física o espiritualmente, jamás se logra eliminar el sufrimiento del todo, el sufrimiento no es fatalismo es constatación de la realidad, personal y social.
Tanto sufrimiento, y especialmente el dolor y el sufrimiento "inocentes" (de niños, por ejemplo), son un misterio.  Sin embargo, es un misterio que ha sido "iluminado" por el sufrimiento inocente de Jesús en la Cruz, quien ha hecho de su dolor y muerte aceptados por amor, el medio de nuestra salvación.  Él con su Resurrección ha vencido la muerte, y nos ha revelado que nos espera la vida para siempre, y que el dolor, las lágrimas... no tienen la última palabra.  Nosotros tenemos "esperanza" y sabemos que "Él enjugará toda lágrima y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 3).
Durante este tiempo, y ojalá siempre, podemos ofrecer las tristezas, privaciones, dolores y sufrimientos por quienes padecen por anunciar el Evangelio.
Podemos también:
  • Vivir en actitud de ofrecimiento valorando lo bueno y no lo malo
  • Proyectar el sacrificio como forma de ser misionero practicando las obras de misericordia corporales y espirituales (las conocemos... ¿verdad?)
  • Compartir la historia de grandes misioneros con el propósito de valorar el sentido profundo del sacrificio y fomentar una vida "austera y solidaria"
  • Invitar a participar en distintas campañas solidarias que se han en las parroquias en beneficio de los pobres y enfermos
  • Rezar por los sacerdotes, religiosos (as) y misioneras (as) de otros continentes que ofrecen sus vidas por la predicación del Evangelio
  • Colocar un cartel - mural en lugares visibles con grandes testimonios de sacrifico en la Iglesia y en territorios de misión.
¡OFRECIENDO LIMOSNAS!
  
 

Tomado de:

OMP. 2010. Catequesis y Celebraciones: "Discípulos de Jesucristo, misioneros de la vida en Él". OMP, Costa Rica.  44 p.


Apostoloteca.or 

Aquí comparto el mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Misiones de este año.  Resalté en negrita lo que más me inspiró.


MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2010
La construcción de la comunión eclesial
es la clave de la misión

Queridos hermanos y hermanas: 
 
El mes de octubre, con la celebración de la Jornada mundial de las misiones, ofrece a las comunidades diocesanas y parroquiales, a los institutos de vida consagrada, a los movimientos eclesiales y a todo el pueblo de Dios, la ocasión para renovar el compromiso de anunciar el Evangelio y dar a las actividades pastorales una dimensión misionera más amplia. Esta cita anual nos invita a vivir intensamente los itinerarios litúrgicos y catequéticos, caritativos y culturales, mediante los cuales Jesucristo nos convoca a la mesa de su Palabra y de la Eucaristía, para gustar el don de su presencia, formarnos en su escuela y vivir cada vez más conscientemente unidos a él, Maestro y Señor. Él mismo nos dice: "El que me ame, será amado de mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él" (Jn 14, 21). Sólo a partir de este encuentro con el Amor de Dios, que cambia la existencia, podemos vivir en comunión con él y entre nosotros, y ofrecer a los hermanos un testimonio creíble, dando razón de nuestra esperanza (cf. 1 P 3, 15). Una fe adulta, capaz de abandonarse totalmente a Dios con actitud filial, alimentada por la oración, por la meditación de la Palabra de Dios y por el estudio de las verdades de fe, es condición para poder promover un humanismo nuevo, fundado en el Evangelio de Jesús. 

En octubre, además, en muchos países se reanudan las diversas actividades eclesiales tras la pausa del verano, y la Iglesia nos invita a aprender de María, mediante el rezo del santo rosario, a contemplar el proyecto de amor del Padre sobre la humanidad, para amarla como él la ama. ¿No es este también el sentido de la misión? 

El Padre, en efecto, nos llama a ser hijos amados en su Hijo, el Amado, y a reconocernos todos hermanos en él, don de salvación para la humanidad dividida por la discordia y por el pecado, y revelador del verdadero rostro del Dios que "tanto amó al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). 

"Queremos ver a Jesús" (Jn 12, 21) es la petición que, en el Evangelio de san Juan, algunos griegos, llegados a Jerusalén para la peregrinación pascual, presentan al apóstol Felipe. Esa misma petición resuena también en nuestro corazón durante este mes de octubre, que nos recuerda cómo el compromiso y la tarea del anuncio evangélico compete a toda la Iglesia, "misionera por naturaleza" (Ad gentes, 2), y nos invita a hacernos promotores de la novedad de vida, hecha de relaciones auténticas, en comunidades fundadas en el Evangelio. En una sociedad multiétnica que experimenta cada vez más formas de soledad y de indiferencia preocupantes, los cristianos deben aprender a ofrecer signos de esperanza y a ser hermanos universales, cultivando los grandes ideales que transforman la historia y, sin falsas ilusiones o miedos inútiles, comprometerse a hacer del planeta la casa de todos los pueblos. 

Como los peregrinos griegos de hace dos mil años, también los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre de modo consciente, piden a los creyentes no sólo que "hablen" de Jesús, sino que también "hagan ver" a Jesús, que hagan resplandecer el rostro del Redentor en todos los rincones de la tierra ante las generaciones del nuevo milenio y, especialmente, ante los jóvenes de todos los continentes, destinatarios privilegiados y sujetos del anuncio evangélico. Estos deben percibir que los cristianos llevan la palabra de Cristo porque él es la Verdad, porque han encontrado en él el sentido, la verdad para su vida. 

Estas consideraciones remiten al mandato misionero que han recibido todos los bautizados y la Iglesia entera, pero que no puede realizarse de manera creíble sin una profunda conversión personal, comunitaria y pastoral. De hecho, la conciencia de la llamada a anunciar el Evangelio estimula no sólo a cada uno de los fieles, sino también a todas las comunidades diocesanas y parroquiales a una renovación integral y a abrirse cada vez más a la cooperación misionera entre las Iglesias, para promover el anuncio del Evangelio en el corazón de toda persona, de todos los pueblos, culturas, razas, nacionalidades, en todas las latitudes. Esta conciencia se alimenta a través de la obra de sacerdotes fidei donum, de consagrados, catequistas, laicos misioneros, en una búsqueda constante de promover la comunión eclesial, de modo que también el fenómeno de la "interculturalidad" pueda integrarse en un modelo de unidad en el que el Evangelio sea fermento de libertad y de progreso, fuente de fraternidad, de humildad y de paz (cf. Ad gentes, 8). La Iglesia, de hecho, "es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (Lumen gentium, 1). 

La comunión eclesial nace del encuentro con el Hijo de Dios, Jesucristo, que en el anuncio de la Iglesia llega a los hombres y crea la comunión con él mismo y, por tanto, con el Padre y el Espíritu Santo (cf. 1 Jn 1, 3). Cristo establece la nueva relación entre Dios y el hombre. "Él mismo nos revela que "Dios es amor" (1 Jn 4, 8) y al mismo tiempo nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por ello de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina, les da la certeza de que el camino del amor está abierto a todos los hombres y de que no es inútil el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal" (Gaudium et spes, 38). 

La Iglesia se convierte en "comunión" a partir de la Eucaristía, en la que Cristo, presente en el pan y en el vino, con su sacrificio de amor edifica a la Iglesia como su cuerpo, uniéndonos al Dios uno y trino y entre nosotros (cf. 1 Co 10, 16 ss). En la exhortación apostólica Sacramentum caritatis escribí: "No podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento. Este amor exige por su naturaleza que sea comunicado a todos. Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en él" (n. 84). Por esta razón la Eucaristía no sólo es fuente y culmen de la vida de la Iglesia, sino también de su misión: "Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera" (ib.), capaz de llevar a todos a la comunión con Dios, anunciando con convicción: "Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros" (1 Jn 1, 3). 

Queridos hermanos, en esta Jornada mundial de las misiones, en la que la mirada del corazón se dilata por los inmensos ámbitos de la misión, sintámonos todos protagonistas del compromiso de la Iglesia de anunciar el Evangelio. El impulso misionero siempre ha sido signo de vitalidad para nuestras Iglesias (cf. Redemptoris missio, 2) y su cooperación es testimonio singular de unidad, de fraternidad y de solidaridad, que hace creíbles anunciadores del Amor que salva.
Renuevo a todos, por tanto, la invitación a la oración y, a pesar de las dificultades económicas, al compromiso de ayuda fraterna y concreta para sostener a las Iglesias jóvenes. Este gesto de amor y de compartir, que el valioso servicio de las Obras misionales pontificias, a las que expreso mi gratitud, proveerá a distribuir, sostendrá la formación de sacerdotes, seminaristas y catequistas en las tierras de misión más lejanas y animará a las comunidades eclesiales jóvenes. 

Al concluir el mensaje anual para la Jornada mundial de las misiones, deseo expresar con particular afecto mi agradecimiento a los misioneros y a las misioneras, que dan testimonio en los lugares más lejanos y difíciles, a menudo también con la vida, de la llegada del reino de Dios. A ellos, que representan las vanguardias del anuncio del Evangelio, se dirige la amistad, la cercanía y el apoyo de todos los creyentes. "Dios, (que) ama a quien da con alegría" (2 Co 9, 7), los colme de fervor espiritual y de profunda alegría. 

Como el "sí" de María, toda respuesta generosa de la comunidad eclesial a la invitación divina al amor a los hermanos suscitará una nueva maternidad apostólica y eclesial (cf. Ga 4, 4. 19.26), que dejándose sorprender por el misterio de Dios amor, el cual "al llegar la plenitud de los tiempos, envió (...) a su Hijo, nacido de mujer" (Ga 4, 4), dará confianza y audacia a nuevos apóstoles. Esta respuesta hará a todos los creyentes capaces de estar "alegres en la esperanza" (Rm 12, 12) al realizar el proyecto de Dios, que quiere "que todo el género humano forme un único pueblo de Dios, se una en un único cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo" (Ad gentes, 7). 

Vaticano, 6 de febrero de 2010

BENEDICTUS PP. XVI

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana




jueves, 7 de octubre de 2010

Octubre mes misionero: ¿Cómo hacer que los alejados vuelvan a la Iglesia?


El pasado mes de agosto, tuvimos la gran oportunidad de participar en el Ciclo del Kerygma en la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe.  Una de las ponencias que se expusieron fue la que quiero compartir en este espacio, como reflexión en este mes de octubre en que la Iglesia ora, ofrece sacrificios y dinero para realizar lo que el Papa nos recuerda:
"el compromiso misionero sigue siendo el primer servicio que la Iglesia debe prestar a la humanidad de hoy, para orientar y evangelizar los cambios culturales, sociales y éticos; para ofrecer la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo, en muchas partes del mundo humillado y oprimido a causa de pobrezas endémicas, de violencia, de negación sistemática de derechos humanos."
BXVI Mensaje para Jornada Mundial de la Misiones 2007 


Me parece que esta reflexión de este entusiasta fraile, es un buen punto de partida para remojar las barbas y hacer misión ¡ya!

Gracias Fray Víctor por este aporte tan elocuente.

¡Que la Santísima Virgen María, en su fiesta del Santo Rosario, nos conceda una Iglesia decididamente misionera!



¿Cómo hacer que los alejados vuelvan a la Iglesia?
Fr. Víctor Ml. Mora Mesén, OFM Conv.

Antes de hacer algunas consideraciones acerca de esta pregunta me parece prudente hacer unas reflexiones retomando la metáfora que hace algunos años motivaba la pastoral de la diócesis, “Estar en la calle”, porque la intuición pastoral sin duda alguna era correcta: existe un mundo diverso al eclesial y debemos tomar conciencia de él, para ello es necesario conocerlo tal y como es. De hecho, la “calle”  es ese espacio público donde nos podemos encontrar con los “alejados”. Los medios de expresión de este mundo son variados: MCM, expresiones artísticas informales, manifestaciones públicas en espacios abiertos, etc.

Ahora bien, salir de la propia casa (los espacios eclesiales y eclesiásticos) y entrar en el ámbito de lo público, significa dejar un espacio regido por las propias reglas, acondicionado para satisfacer nuestras necesidades, y enfrentarnos con la diversidad. La calle es el lugar del encuentro con lo diferente. Sólo unas cuantas reglas son comunes: las necesarias para poder convivir en medio de tanta variedad. Imponer las reglas de nuestra casa a los de fuera, incluso a los “alejados”, ha resultado ser una tarea ilusoria, porque no todos quieren aceptar la ética que predica la Iglesia por muy variadas razones. Por eso, para estar en la calle tenemos que aceptar que somos uno más y no los que definimos lo “correcto”. Una actitud opuesta suscitará de inmediato un mayor rechazo y una condena abierta: en la calle no hay una autoridad, es el lugar de la opinión no censurada e incluso una posible cuna de subversión.

No hace mucho tiempo, los costarricenses podíamos tener más ideas en común acerca de la vida y su sentido. Pero vivimos en una sociedad que ha cambiado mucho. Sin querer hacer un juicio acerca de la “moralidad” de esta situación, no nos queda más remedio que aceptar que la calle ya no es la misma. Ha dejado de ser un lugar seguro, porque en ella se vive el debate, que pone en evidencia nuestras inconsistencias, los prejuicios acerca de la institución eclesial y las afirmaciones (informadas o no) sobre personas, medios, grupos, entre otros. Además, en la calle se manifiesta la violencia, injusta e institucionalizada (el mercado, la pobreza, la corrupción, la degradación). En fin, en la característica más propia de la calle es que en ella las cosas se ponen al descubierto: los discursos prefabricados se cuestionan, las posturas ideológicas se critican, la vida personal se vuelve chisme y las pretensiones absolutistas encuentran miles de opositores.

Cuando en la Iglesia decimos que es necesario salir a la calle, tenemos que tener presente que no puede ser de la misma manera que antes. Ya las procesiones no significan lo mismo, el discurso religioso no es único, ni las costumbres se rigen por los valores de antaño. Tampoco nos es lícito pretender que vamos a salir para que otros vuelvan a entrar. El proselitismo es visto con malos ojos, porque el afán de poder está detrás de él. Por ello, es importante que nos cuestionemos para qué vamos a la calle.

Si nos remontamos a nuestros orígenes, el primero en salir a la calle fue el mismo Jesús. Pero él no estaba cargado con el peso institucional. El vivió en la sencillez del amor de Dios que se ofrecía sin más a todos: a los publicanos, a los pecadores, a la gente sencilla, a los necesitados y a los que se sentían rechazados en una sociedad marcada por la injusticia. Hoy podemos encontrar una situación muy parecida en la calle: muchos padecen no sólo necesidad material, sino también desprecio y agresión, es una sociedad basada en el egoísmo. Si los de la Iglesia vamos a ir a la calle, es junto a las personas que debemos estar. Y no necesariamente con un catecismo, sino con un corazón transformado por la humanidad de Dios. Y esto se traduce en cosas muy concretas:

1. Renuncia al autoritarismo. Porque Jesús se convirtió en servidor, sin pedir nada a cambio. Uno de los grandes males de nuestra Iglesia es defender nuestra “autoridad”, antes que ser propuesta de solidaridad.
2. Reconocer que no podemos imponer nuestra forma de ver el mundo. Hoy la sociedad es plural, se piensa de formas muy diversas. Sólo podemos ocupar el puesto del interlocutor, no del maestro. Para ello es necesario que no tengamos miedo del pensamiento crítico, sino que seamos capaces de generarlo, con el Evangelio en una mano y con el libro de la vida humana –al modo de San Agustín– en la otra.
3. Volver a la sencillez de Jesús. Ciertamente las palabras del predicador de Galilea eran fuego, pero porque se hicieron carne en su propia vida. No hablaba de teorías, sino de cómo la palabra de Dios se hacía presente por medio del amor. Si no tenemos un compromiso con el ser humano, no hay autoridad para predicar. Y ese compromiso pasa por cosas tan sencillas como la amabilidad, el respeto a los demás y la delicadeza en nuestra forma de relacionarnos. Es triste que se nos critique por pasar encima de los demás, por no considerar a los miembros más débiles de la Iglesia los amados de Dios.  Estas pequeñas cosas, harían que nuestra experiencia de “estar en la calle”, sea una forma de expresar nuestro compromiso por vivir al modo de Jesús.

Desde estos principios, podemos volver a considerar la pregunta básica de este encuentro, pero notando que nuestra cuestionante esconde una serie de presupuestos que condicionan su respuesta y que pueden desviarnos de consideraciones serias sobre la vida de nuestra Iglesia local. En otras palabras, la pregunta sobre cómo acercar a los “alejados” a la Iglesia supone una reticencia a “salir”, a encontrarse con lo diferente. Me explico:

1. Si hablamos de alejados, nos referimos a algunas personas que han tomado una distancia con respecto a nosotros. La iniciativa ha sido de ellos y eso implica un juicio de parte nuestra. Han hecho algo negativo, que tiene que ser revertido.
2. Su condición se entiende como negativa, lo que nos hace pensar que no estar en la condición de “alejados” es lo normal y lo esperado. Es decir, que los que estamos dentro vivimos en lo correcto.
3. También podemos decir que, haciéndonos esa pregunta, sentimos que hemos sufrido las consecuencias de ese tomar distancia como algo que nos destruye. Pero es una acción que nos ha venido de fuera, lejos de nuestra voluntad y acción. Es una situación que no entendemos y que esperamos cambiar, para recuperar lo perdido.
4. Los que estamos en la Iglesia parece que somos neutrales frente a la decisión de alejarse. Por ello mismo no hay una clara crítica a la realidad eclesial tal y como esta es. Si nos entendemos como víctimas, necesitamos el arrepentimiento de aquellos que han tomado distancia y, por ello, el reconocimiento de nuestra verdad. En consecuencia, esperamos una declaración pública que determine que las posiciones de los “alejados” son falsas.
5. No se implica en la pregunta un deseo de comprender o iniciar un diálogo sobre las causas de ese alejamiento. En cierta medida existe el deseo de hacer atractiva la Iglesia, volver a seducir para que se vuelva a la pertenencia a la Institución. Pero seguimos viendo la existencia de los “alejados” como un fenómeno externo a la Iglesia desde los criterios de dentro. Es decir, desde una tautología discursiva que puede convertirse en una alienación ideológica.
6. Por todo ello, se piensa que los alejados todavía tienen lo necesario para adherirse a la Iglesia. Lo que necesitan es tener la voluntad de hacerlo. ¡Esperamos su conversión a nosotros! 

Estos presupuestos que están detrás de la pregunta, me parecen que deforman nuestra visión de las cosas, parcializándola y, por ello, haciéndonos obviar otra serie de preguntas que deberíamos hacernos con seriedad:

1. ¿Estas personas alejadas tienen razones atendibles para entender su condición? No por el hecho de haber tomado distancia implica que están equivocadas. Para ser completamente racionales, deberíamos al menos considerar que pueden ser ellos los que tienen razón en sus decisiones. Claro está, alguno podría pensar que al pensar así estoy traicionando a Dios y su oferta de salvación. Ese no es mi interés, sino señalar que no necesariamente nuestra visión de las cosas es totalmente correcta. Aquí no me refiero a la doctrina dogmática o magisterial de la Iglesia, sino a las razones que tenemos para asumir cierta praxis, cierta manera de hacer las cosas en la sociedad en la que nos movemos y, por ende, de adherirnos a la pastoral eclesial.
2. ¿Estas personas se confiesan creyentes? Si así lo hacen, ¿por qué no necesitan de la Iglesia para mantenerse en la fe? ¿Cómo manifiestan su fe? ¿Qué consideran como irrenunciable a su condición de cristianos? ¿Qué cosas esenciales para nosotros, son totalmente relativas para ellos? Y esto sin ningún afán apologético, porque una de las grandes tentaciones que tenemos es repetir incesantemente nuestras razones como absolutas, a veces alejándonos de una sana racionalidad crítica cristiana. Vean que subrayo la idea de una racionalidad cristiana, que implica el ejercicio de una actividad de criticidad lógica como su condición indispensable, aplicada tanto en aquello que somos como con lo que nos rodea. Las respuestas simplistas sobre la falta de una catequesis adecuada o de procesos serios de iniciación en la vida eclesial lo que hacen es evitar que escuchemos lo que nos tienen que decir los que han tomado distancia.
3. ¿Se han alejado solo por propia voluntad o están condicionados por otras razones? Esta es una pregunta por las situaciones que las personas tienen que vivir y enfrentar diariamente. Cuestionarnos acerca de esto no es algo prescindible para nosotros, sino que es la toma de conciencia que la Iglesia no es un ente aislado de la historia y lo social, sino una institución enraizada en la vida de las personas. Y, por otro lado, si ella no se convierte en un espacio para reconstruir lo social en algo más humano, pierde su razón de ser. La vida eclesial no puede circunscribirse a las prácticas ad intra, porque entraríamos en un círculo de autopreservación que nos vuelve paranoicos, nos asfixia y nos vuelve inútiles.
4. Más importante aún, ¿por qué otras personas no se alejan, pero no tienen un compromiso más allá del mínimo? Supongo, en este caso, que estar “alejado” tal vez no signifique una no participación en el culto. Es posible que para los que participan en el culto oficial de la Iglesia, su fe no sea tan importante para su vida cotidiana como lo es para los que no participan de la vida cultual. ¿Acaso los “alejados” han tomado distancia para mantener una coherencia en la vivencia de la fe? Esto nos indica que deberíamos tener una percepción más clara acerca de las ideas que se tienen de lo religioso y su relación con la toma de decisiones diarias.
5. ¿Cómo entienden los alejados la vida de aquellos que están insertos en la Iglesia? ¿Qué les fascina y qué les repugna? ¿Qué les gustaría que cambiara y por qué? ¿Qué estamos nosotros dispuestos a cambiar y por qué? ¿Qué no queremos cambiar absolutamente y por qué? ¿Qué tememos del encuentro con lo diferente? ¿Qué nos pone en crisis? ¿Qué cosas no queremos que nos cuestionen y por qué? ¿Cuándo nos sentimos atacados? ¿Qué significa para nosotros haber perdido relevancia social? ¿Por qué la hemos perdido? ¿Es bueno que la hayamos perdido, por qué? Es común considerar como algo negativo el que la Iglesia no siga definiendo la ética común de la sociedad costarricense, pero tendríamos que evaluar el impacto que esto ha tenido al interior mismo de la Iglesia, porque no necesariamente los que están dentro comparten toda la doctrina ética de la Iglesia. ¿Qué tanto de otras “morales” perviven al margen del discurso oficial en los católicos practicantes?
6. Existe en la actualidad un movimiento intelectual que abiertamente se opone al clero. Pero, ¿se oponen a los valores cristianos? ¿Cuáles son sus verdaderos intereses? ¿Qué entienden ellos por libre pensamiento? Una vez un ministro del gobierno me dijo que cuando la Iglesia está en el poder ejerce control sobre todo aquello que se le opone, pero cuando se encuentra en una situación de debilidad predica y exige la libertad. ¿Es esta percepción correcta? ¿Qué relación tiene la Iglesia con los medios de control social? ¿Nos sentimos cómodos en una situación de debilidad? Tal vez uno de nuestros grandes problemas sea la forma de comunicar nuestro mensaje: frecuentemente se argumenta que la doctrina de la Iglesia representa la voluntad de Dios para humanidad, cuando en realidad habría que hacer muchos matices y ofrecer argumentaciones sólidas sobre la base de la experiencia humana para explicar y exponer las posiciones magisteriales sobre asuntos polémicos. Esto supondría ubicarnos en el plano de la discusión racional que se exige para un régimen democrático. ¿Queremos ser parte de ese sistema o preferimos la vía del privilegio y de la influencia para conseguir algunas victorias en la sociedad civil?
6. ¿Qué podemos ofrecer que no se encuentra en ninguna otra instancia social? Ante esta pregunta tal vez diríamos con facilidad que ofrecemos a Dios. Pero la verdad es que en nuestro contexto actual mucha gente pretende lo mismo. Me parece que la diferencia se encuentra en el nivel antropológico y no en el discursivo. Y esto porque la Iglesia es esencialmente sacramento de salvación, por lo que nuestra relacionalidad debería ser el signo elocuente de la gracia. Es nuestro ofrecimiento de una vida más humana lo que puede hacer la diferencia. Pero es importante que nos preguntemos acerca de esa calidad humana, vivida y asumida por nosotros. Porque ser cristiano significa haber asumido la condición permanente de conversión, puesto que esa ha sido la llamada fundamental de Jesús. ¿Cómo nos impulsa la existencia de los alejados a ser más consecuentes en nuestro seguimiento de Cristo, a iluminar esa necesidad de conversión al interno de la Iglesia?

Para concluir, no podemos pretender conquistar la sociedad para Cristo, porque esto supondría traicionar el espíritu de nuestra época: el pensamiento libre, la democracia la polivalencia ideológica. Nuestra acción se debe centrar en la relacionalidad, porque es el mayor legado que nos ha dado Jesús: ámense los unos a los otros como yo los he amado. El compromiso con el otro no es una ideología o doctrina, es una opción existencial que relativiza nuestra relevancia social y nos permite ser libres para renunciar a ella. Si todavía pensamos en términos de cómo lograr el éxito para garantizar una permanencia dentro de la Iglesia, terminamos por traicionar nuestra vocación más originaria.