lunes, 23 de mayo de 2011

María, mi madre


Es tan rica la devoción popular para honrar, recordar y pedirle a nuestra Santísima Madre que sería difícil recomendar alguna.  Información: muchísima, un buen resumen en: Devocionario Católico.  Pero nos preguntamos ¿qué es indispensable saber de ella? no temo equivocarme al decir: ¡que es mi madre!

Para un católico de familia católica es fácil reconocerla como madre, pues se le ha enseñado desde niño, a rezarle, a quererla y a ofrecerle de distinta manera el culto que ella merece.  Por cierto, los católicos honramos a la Virgen con un culto diferente a Dios (único a quien damos el culto de latría) y diferente a los demás santos (a quienes damos el culto de dulía).  A la Santísima Virgen la veneramos hiperdulía, pues se aventaja a todos los Ángeles y Santos en plenitud de gracia y virtud.   Este tema lo podemos ampliar en el Catecismo de la Iglesia (971, 2084, 2141)  o en un sitio especializado.  Por ejemplo: Apologética Católica o Conoceréis la Verdad.

Lo que cuesta muchas veces es enseñar y aprender ese amor entrañable a la Virgen, incluso cuando para algunas personas puede ser obstáculo para aceptar la fe católica.  Por ejemplo ver: testimonio a, testimonio b.   Ciertamente, algo se podría decir: amar a María y aceptarla como madre, es un don.

Una práctica común en mayo ofrecerle pequeños regalos, pequeños actos de amor, conocidas como flores espirituales.  Estas prácticas, no hacen más que "ejercitar" y aumentar nuestro amor por ella.  Obras son amores...  

Sobre la maternidad de María nos dice el Beato Juan Pablo II:

"Lucas define explícitamente a María «la madre de Jesús» (Hch 1,14), como queriendo sugerir que algo de la presencia de su Hijo elevado al cielo permanece en la presencia de la madre. Ella recuerda a los discípulos el rostro de Jesús y es, con su presencia en medio de la comunidad, el signo de la fidelidad de la Iglesia a Cristo Señor.
 
El título de Madre, en este contexto, anuncia la actitud de diligente cercanía con la que la Virgen seguirá la vida de la Iglesia. María le abrirá su corazón para manifestarle las maravillas que Dios omnipotente y misericordioso obró en ella.

Ya desde el principio María desempeña su papel de Madre de la Iglesia: su acción favorece la comprensión entre los Apóstoles, a quienes Lucas presenta con un mismo espíritu y muy lejanos de las disputas que a veces habían surgido entre ellos.

Por último, María ejerce su maternidad con respecto a la comunidad de creyentes no sólo orando para obtener a la Iglesia los dones del Espíritu Santo, necesarios para su formación y su futuro, sino también educando a los discípulos del Señor en la comunión constante con Dios.

Así, se convierte en educadora del pueblo cristiano en la oración y en el encuentro con Dios, elemento central e indispensable para que la obra de los pastores y los fieles tenga siempre en el Señor su comienzo y su motivación profunda."  Catequesis de Juan Pablo II (6-IX-95), n 5-6.

Queda claro que es madre de todos, pero ¿cómo ven a la Virgen sus hijos de otras religiones? 



Entregarnos con confianza a ella es la clave.  Ella nos conducirá adonde queremos ir, a Jesús y con Jesús iremos al Padre.  Por eso, no dudemos con San Bernardo en recurrir a ella en toda circunstancia (Mira a la estrella).  No dudemos en meditar con ella el Santo Rosario.  No dudemos en consagrarnos a ella con su Santo Escapulario del Carmen.  No nos escapemos nunca de su amor y más bien pidamos ser metidos más profundamente en su Inmaculado Corazón.   Pidamosle a ella, Madre Nuestra la gracia de sabernos y sentirnos cada día, sus hijos.  Sin duda lo somos.

Un ramito virtual para el Inmaculado Corazón de María



Mira a la estrella

Si se levantan los vientos de las tentaciones,
si tropiezas con los escollos de la tentación,
mira a la estrella, llama a María.

Si te agitan las olas de la soberbia,
de la ambición o de la envidia,
mira a la estrella, llama a María.

Si la ira, la avaricia o la impureza
empujan violentamente la nave de tu alma,
mira a María.

Si turbado con la memoria de tus pecados,
confuso ante la fealdad de tu conciencia,
temeroso ante la idea del juicio,
comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza
o en el abismo de la desesperación,
piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las dudas,
piensa en María, invoca a María.
No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón;
y para conseguir su ayuda intercesora
no te apartes tú de los ejemplos de su virtud.

No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas,
no te perderás si en Ella piensas.
Si Ella te tiene de su mano, no caerás;
si te protege, nada tendrás que temer,
no te fatigarás si es tu guía;
llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara. 


Tres Avemarías


Letanías



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