viernes, 11 de noviembre de 2011

Hay que elegir amar



Meditar en la vida de Jesucristo debe ser nuestra máxima preocupación (Imitación de Cristo, 1,1).  ¿Para qué?  También nos lo dice T. de Kempis: "la enseñanza de Cristo es superior a la de todos los santos, y quien posea su espíritu encontrará en ella un maná escondido.  Pero acontece que muchos, auqnue escuchen con frecuencia el Evangelio, sienten poco deseo de practicarlo, porque no tienen el espíritu de Cristo.  Por lo tanto, el que quiera  comprender y saborear plenamente las palabras del Maestro debe asimilar toda su vida a la de Cristo." (Imitación de Cristo, 1, 2).

¿Cuál es el Espíritu de Cristo? ¿A qué lo conduce? sólo a amar, en todo momento a amar.  Porque amando cumple perfectamente la voluntad del Padre.  Y es a eso nada menos, a lo que estamos llamados.  

¿Por qué nos cuesta tanto darnos cuenta de que vivimos sin tener o seguir el espíritu de Cristo?  Hace unos días durante la formación parroquial de los primeros lunes, que nos explicaba la importancia del domingo para los cristianos, su referente histórico y el compromiso que encierra recibir a Cristo e ir a comunicarlo con obras de misericordia; un servidor un poco estupefacto reconocía que era la primera vez que se le presentaba esta enseñanza.  El domingo hay que vivirlo yendo a misa y haciendo obras de misericordia en consecuencia.  

Esto nos deja una gran enseñanza.  Podemos estar viviendo nuestro cristianismo sin evidencias concretas del amor a nuestros hermanos. Incluso podemos estar sirviendo muchos años a la Iglesia y no haber comprendido el compromiso que nos exige el amor.  Hay que disponernos a amar.  Hay que elegir amar.  Constantemente.

Para reflexionar:

¿En qué me comprometo diariamente a expresar mi amor? ¿Cuál obra de misericordia nunca he practicado? 

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