En medio del bombardeo inclemente de la prensa, que nos tiene la cabeza metida en si ya compramos el pedacito del gordo navideño para ser millonarios de la noche al día, la Teletón de fin de año, las entradas para "el chinamo", la deforestación e invasión de nuestro territorio en la zona norte, inundaciones en el Atlántico, próximas elecciones a Alcaldes, los que ganaron o perdieron los exámenes de bachillerato, el proyecto de FIV en la Asamblea Legislativa impulsado por el gobierno de una presidenta católica supuestamente practicante, los goteos de Wikileaks, la controversia mediática que insisten en montar alrededor de la figura del Papa, en fin; en medio de todo esto, nos dirigimos a la segunda semana de Adviento.
El Evangelio del domingo, nos habla otra vez, sobre lo verdaderamente importante y urgente en nuestra vida, no habla de los regalos, ni del aguinaldo, sino de la misma invitación que nos hace Dios nuestro creador cada día que abrimos los ojos, que siempre me resuena urgente: conversión, cambio, ¡ya!
El Evangelio del domingo, nos habla otra vez, sobre lo verdaderamente importante y urgente en nuestra vida, no habla de los regalos, ni del aguinaldo, sino de la misma invitación que nos hace Dios nuestro creador cada día que abrimos los ojos, que siempre me resuena urgente: conversión, cambio, ¡ya!
Y es que ya se siente el frío de diciembre, ya se ven arbolitos en muchos lugares, pero ¿qué he cambiado durante este año? ¿qué virtud concreta cultivaré para parecerme más a Jesús el año entrante?
Tomado de la página del Monasterio Benedictino de Montserrat
Otra meditación sobre Adviento:
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