martes, 26 de junio de 2012

Paraliturgia del Sagrado Corazón: La humildad -26-


Canto inicial



Lectura evangélica

"Y por algunos que se persuadían de que eran justos, y despreciaban a los demás, dijo esta comparación:  Dos hombres subieron a rezar al templo, uno fariseo, y el otro publicano.  El fariseo, erguido, rezaba así en su interior: "Dios mío, te doy gracias de que no soy como lo demás hombres, avaros, injustos, adúlteros, ni tampoco como ese publicano.  Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo".  En cambio, el publicano se quedó lejos, y no quería ni levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:  "Dios mío, ten compasión de mí, pecador".  Os digo que éste bajó a su casa justificado, al contrario que aquél: porque todo el que se ensalce será humillado, y el que se humille, será ensalzado" (Lc 18 9-14).

Homilía

La humildad es reconocer lo que somos, y no atribuirnos lo que no es nuestro.  Por eso Sta. Teresa decía que la humildad es la verdad.  Somos creados por Dios, es decir, por nosotros mismos no somos nada ni tenemos nada.  Todo, absolutamente todo, no lo ha dado Dios: la existencia, el entendimiento, el cuerpo, todas nuestras buenas cualidades, nuestros padres, todo lo que poseemos... todo lo ha creado y lo conserva Dios.

El primer efecto de la humildad debe ser reconocer a Dios, y estar dispuestos a cumplir en todo la voluntad de nuestro SEor.  Pero no lo hemos hecho siempre así: somos pecadores.  ¿Cuál ha de ser nuestra actitud de sumisión ante Dios? ¿Con qué derecho podremos creernos superiores a los demás y menospreciarlos?  Si lo hacemos, Dios mismo nos humillará.

El Corazón de Jesús nos da ejemplo de obediencia a la voluntad costosa del Padre y de servicio humilde a los hombres.  Con razón dijo que aprendiéramos de El, que es de Corazón humilde.

Meditación personal

¿Qué me dijo hoy Dios a través de esta lectura y meditación? ¿Cómo puedo aplicarlo a mi vida diaria?

Oración de los fieles

Al celebrar hermanos, el amor infinito de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, supliquemos humildemente al Padre de la misericordia.

Para que mande operarios a su mies y ministros a su Iglesia,

roguemos al Señor. - Te rogamos óyenos.

Por la santa Iglesia de Dios nacida del Corazón de Cristo: para que anuncie a todos los pueblos el amor de Dios a los hombres,

roguemos al Señor.

Por nuestro Santo Padre el Papa Benedicto XVI, con su firmeza de roca apostólica, gobierne paternalmente al pueblo santo de Dios,

roguemos al Señor.

Por todas las naciones y sus habitantes: para que vivan en la justicia y se edifiquen en la caridad.

roguemos al Señor.

Por los miembros de nuestra comunidad: para que sepamos amarnos mutuamente y reine entre nosotros la humildad y la comprensión,

roguemos al Señor.

Oh Dios, que nos has manifestado tu amor en el Corazón de tu Hijo: muéstranos también tu inmensa bondad escuchando las oraciones de tu pueblo.

Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Bendición



Canto final

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